miércoles, 19 de septiembre de 2012

Aprender a perdonar







Una bella historia del Buda sobre el auténtico sentido del perdón:

En la literatura clásica budista se cuenta como en alguna ocasión el Buda se encontraba sentado bajo la sombra de un árbol dialogando con sus discípulos más cercanos, cuando de pronto un hombre se le acercó y sorpresivamente le escupió en la cara. El Buda entonces le dijo: “¿Qué

sigue? ¿qué es lo que ahora quieres decirme?” El hombre se mostró perplejo para con la respuesta y cuestionamientos del Buda, ya que él mismo nunca anticipó que al escupir sobre alguien pudiera éste responder con dicho cuestionamiento. En el pasado ya había insultado a otras personas, quienes reaccionaban dominadas por el enojo, o con cobardía, externando una falsa sonrisa, tratando así de comprar su aprobación. Sin embargo, el Buda no era como ninguno de esos hombres, no estaba enojado ni ofendido, como tampoco mostraba debilidad o miedo. Tan sólo replicó “¿Qué sigue?” Sin manifestar reacción emocional alguna.

Naturalmente, los discípulos del Buda se llenaron de ira y así reaccionaron. Ananda, su asistente personal, dijo: “¡Esto es demasiado y no lo podemos tolerar. El hombre debe ser castigado ya que de otra manera todo mundo comenzará a hacer cosas similares!”


Sorpresivamente el Buda le dijo: “¡Mantente en silencio Ananda, el hombre no me ha ofendido como tú ahora lo haces! Él es alguien nuevo, un extraño. Debe haber escuchado de alguna persona algo acerca de mí, que soy un ateo, un hombre peligroso quien distrae a la gente de su sendero, un revolucionario, quizá un corruptor. Así, debe haber formado una idea y opinión acerca de mi persona. Por tanto no me ha escupido, sino lo ha hecho sobre la noción errónea que tiene de mí. Ha escupido sobre la idea ilusoria que de mi persona ha formado, ya que no me conoce de forma alguna. Por tanto ¿cómo puede pensarse que ha escupido sobre mí?”


Así el Buda afirmó, “si lo piensas detenidamente, ha escupido sobre su propia mente. Yo no soy parte de ella y puedo apreciar que este pobre hombre debe tener algo más que decir, ya que finalmente esta es una forma de decir algo. El escupir es una forma de comunicación. Hay momentos cuando sentimos que el lenguaje es impotente: en el amor intenso, en el enojo candente, el odio y la plegaria. Existen instantes en donde el lenguaje es insuficiente y nos vemos dominados por la necesidad de hacer algo. Cuando estás enojado o intensamente molesto, golpeas a la persona, le escupes, comunicas algo. Puedo entenderlo, por lo que debe tener algo adicional que decir y así le pregunto “¿Qué sigue?, ¿qué es lo que ahora quieres decirme?”


El hombre, más perplejo que antes, escuchó al Buda decir a sus discípulos: “Estoy más ofendido con ustedes porque me conocen, por años han vivido conmigo y aún así reaccionan.”


Confuso y lleno de preguntas el hombre volvió a su casa, no pudo dormir en toda la noche. Cuando uno ve o interactúa con un Buda se hace imposible dormir de la misma manera que lo hacíamos antes. Una y otra vez se vio acosado por el recuerdo de la experiencia, no podía explicarse a sí mismo lo que había sucedido, temblaba y sudaba por todo su cuerpo. Nunca se había topado con un hombre como este, alguien capaz de transformar a la totalidad de su mente de sus patrones y su pasado.


A la mañana siguiente, el hombre de nueva vez buscó al Buda, postrándose ahora ante sus pies. El despierto le vio con ojos compasivos y así le preguntó: “¿Qué sigue?, ¿qué es lo que ahora quieres decirme?, esta es también una manera de expresar algo que no puedo ser dicho con el lenguaje. Cuando te acercas y tocas mis pies, estás intentando comunicarme algo que no puede ser externado de forma ordinaria, para lo que todas las palabras son un tanto estrechas, incapaces de contener la totalidad del significado.” Ahora el Buda volteó a su discípulo Ananda y le dijo: “Mira Ananda, este hombre ha vuelto, me está diciendo algo, se trata de una persona de profunda emotividad.”


El hombre dirigió su mirada al Buda y le dijo: “¡Perdóname por lo que te hice ayer!”


El Buda le replicó: “¿Perdonarte? Si ya no soy el mismo hombre a quien le hiciste eso. Así como el Ganges continua fluyendo nunca siendo el mismo, cada hombre es un río. El hombre al que ayer le escupiste ya no está aquí presente, me parezco a él pero no soy el mismo. ¡Mucho es lo que ha transcurrido en estas últimas 24 horas! ¡El río ha fluido tanto! Por ello, no puedo perdonarte ya que no guardo rencor alguno para contigo.


“Tu también eres alguien nuevo, puedo ver que no eres el mismo hombre quien se me acercó el día de ayer para escupirme. Hoy ante mí te postras tocándome los pies. ¿Cómo puede pensarse que eres el mismo hombre? No eres entonces igual, olvidemos lo pasado. Esas dos personas, tanto el hombre quien escupió, así como el que fue escupido, ya no existen más. ¡Por ello acércate más querido amigo y hablemos de otra cosa!”


Traducción y adaptación: Marco Antonio Karam, Presidente y fundador de Casa Tibet México.