Quienes confían en la práctica no piensan en huir corriendo de una relación difícil.Cuando conoces las técnicas de respirar, caminar, sentarte y comer de manera consciente, puedes generar la energía de ser consciente y abrazar la ira o la desesperanza cuando surjan. Por el mero hecho de abrazarlas ya te sentirás mejor, y mientras sigues abrazándolas, puedes practicar el observar a fondo su naturaleza.
(Thich Nhat Hanh)
Cuando
hay una situación o una relación que nos hace sufrir, nuestra primera reacción
puede ser buscar evitarla, reducir el efecto que nos produce, lo cual es una
respuesta comprensible, natural y humana, sin embargo, cuando por diferentes
razones este sufrimiento persiste y no se reduce, podemos caer, muchas veces
sin darnos cuenta, en un pernicioso círculo vicioso: Tratamos de evitar el
sufrimiento, y cuando no logramos evitarlo, nos sentimos frustrados y
comenzamos a sufrir aún más, añadiendo al sufrimiento original el sufrimiento
de no poder reducir el sufrimiento. Entonces, poco a poco puede ir ampliándose
el círculo vicioso.
Una
alternativa para salir de este círculo de sufrimiento consiste en abrirnos a él
y adoptar más bien una actitud apertura, abrazando nuestro sufrimiento. En vez
de seguir luchando fehacientemente porque ese dolor desaparezca, puede ser
interesante cultivar una actitud de acogida y receptividad, abrirnos a la
posibilidad de reconocer lo que esté ocurriendo, mirándolo de frente, con
dignidad y gentileza.
Abrazar
el sufrimiento no es sinónimo de adoptar una actitud de resignación. En un
sentido profundo, la resignación no es una genuina aceptación, pues quien se
resigna adopta una actitud pasiva, apesadumbrada, quien se resigna íntimamente
anhela que la situación sea diferente a como está siendo. La aceptación
genuina, en cambio, se abre a reconocer lo que está ocurriendo tal cual es y
desde ahí se dispone a actuar.
Abrazar
el sufrimiento tampoco implica reconocer sólo intelectualmente que el
sufrimiento está presente, “¡eso ya lo sabía!” podría decir alguien con un tono
de obviedad, sino más bien es una invitación a abrirnos completamente ante el
sufrimiento, lo cual implica partir por detenernos y reconocerlo.
Intentar
afanosamente que el sufrimiento no esté presente puede hacer que este se siga
perpetuando; como actitud alternativa está la de adoptar una actitud de
aceptación básica, reconociendo las cualidades de la experiencia.
Abrazar
es un gesto de generosidad, de entrega y apertura, abrazamos a quienes
apreciamos y con quienes nos sentimos cercanos. Podemos cultivar la capacidad
de abrazar conscientemente, podemos abrazar con esta atención el propio
sufrimiento. En este abrazar nos podemos acercar a nuestra vulnerabilidad con
una actitud de afecto, desde esta actitud puedo sentir lo que me pasa e ir
acogiendo mi dolor, así es como se está manifestando.
Finalmente,
podemos reconocer que existe una íntima relación entre abrazar el sufrimiento y
abrirnos al bienestar. Reconocer el dolor simultáneamente nos permite ser
conscientes de la posibilidad de entrar en contacto con aquellos elementos de
nuestra experiencia que nos proporcionan dicha y alegría: Abrazar el
sufrimiento nos permite prestar atención a todo lo que anda bien, pudiendo
asíabrirnos a la gratitud. Por ejemplo, podemos disfrutar el hecho de que
podemos respirar, y deque podemos también disfrutar una conversación en
compañía de nuestros seres queridos. Abrirnos a percibir el sufrimiento nos
sensibiliza al milagro de estar vivos y también a estar presente en emociones
como la alegría, generosidad y gratitud.
Un
bienestar profundo y sereno está íntimamente vinculado con la capacidad de
abrazar el propio dolor cuando este aparece. Si nos resistimos a él, este
seguirá persistiendo e influyendo, buscando atraer nuestra atención, y nos
sentiremos infelices, como un niño cuando llora. Con la práctica de la atención
plena podemos acoger amablemente nuestro sufrimiento e irlo transformando en
genuino bienestar y felicidad.
Práctica
Quizás
existe algún aspecto en tu experiencia presente que consideres que te está
haciendo sufrir y que anheles íntimamente que desaparezca. Quizás quieras
hacer la práctica de observarlo y adoptar una actitud de apertura y amabilidad
hacia este sentimiento, llevando la energía de tu atención plena hacia las
sensaciones que te genera.
Puedes
realizar una práctica de reconocer y abrazar el propio sufrimiento que consta
de dos pasos: 1. Reconocer y abrirse ante el sufrimiento presente, y 2:
Abrazar y acoger el sufrimiento. Si gustas puedes practicar dar estos dos
pasos.
En un primer momento, puedes comenzar llevando tu atención hacia la respiración, puedes permitirte ir abriendo un espacio de quietud y serenidad, trayendo tu atención hacia el momento presente, de un modo gentil. Si notas que tu atención se distrae o se va a algún lugar distinto a lo que está ocurriendo en el momento presente, puedes traerla nuevamente a la sensación de tu respiración en el momento presente.
Cuando
te sientas preparada o preparado, puedes hacer conciente una situación que te
está generando sufrimiento y observar las sensaciones que surgen en tu cuerpo,
¿cómo se siente tu pecho? ¿qué surge en tu rostro? Notando las sensaciones,
puedes practicar el gesto opuesto a huir, puedes abrirte a observar cómo se
está manifestando la experiencia en el momento presente, dándote un espacio
para sentir cómo el cuerpo reacciona, observando las sensaciones que aparecen
en él. ¿Cómo son estas sensaciones? ¿Son fijas o son móviles?¿Cuáles son
sus cualidades?
Tu
respiración puede ser un ancla en esta práctica, puedes llevar tu atención
amable y relajarte cuando identifiques sensaciones de dureza o tensión. Con tu
atención en la respiración, puedes incluir en tu atención el sentimiento de
desagrado, si se hace presente, y puedes simplemente abrirte a observar esa
sensación.
En
un segundo momento puedes hacer la práctica de acoger o abrazar tu sufrimiento,
sin buscar cambiarlo, sino que simplemente abriendo un espacio de atención y
cuidado.
Sin
que busques cambiar o forzar algo, puedes sentir cómo estás respirando con todo
tu cuerpo, incluyendo las sensaciones de malestar si se presentan, respirando
en esa misma zona. Puedes, quizás, en esta práctica decirte: “Está bien...sea
lo que sea, está bien...”, abriéndote a las sensaciones, siempre respetando tus
propios límites, cuidando de ti misma, de ti mismo. Cada vez que sea necesario,
al entrar en contacto con sensaciones de desagrado, reconociéndolas puedes
repetirte: “Esta bien… sea lo que sea está bien”.
Finalmente,
a tu propio ritmo, puedes ir concluyendo esta práctica, volviendo tu atención
al contexto en que te encuentras, sin apuros y de manera gradual.
Durante
esta semana, pueden presentarse oportunidades en las que puedas observar con
amabilidad y apertura el sufrimiento que se haga presente. Sin negarlo ni
intensificarlo, puedes irlo observando y, en la medida de tus posibilidades
abriendo un espacio para reconocer e sufrimiento e ir acogiéndolo con
la energía de tu atención plena.